Una de las dudas más frecuentes que veo en clínica es si poner frío o calor ante la presencia de algún dolor. Por ello, vamos a ver en qué casos aplicar cada uno de ellos de forma general.
Aplicación de frío:
Procesos agudos (por ejemplo: esguinces, traumatismos, roturas de fibras, etc.).
Produce vasoconstricción, es decir, disminución del diámetro de los vasos sanguíneos. Como consecuencia, el aporte sanguíneo a los tejidos correspondientes será menor.
Efecto antiinflamatorio.
Efecto analgésico.
Aplicación de calor:
Procesos crónicos (por ejemplo: dolores musculares persistentes - "contracturas", procesos reumáticos crónicos - artrosis).
Produce vasodilatación, justo al contrario que el frío. El diámetro de los vasos sanguíneos aumenta con su consecuente aumento de aporte sanguíneo.
Relajación muscular.
Como en todos los casos, siempre hay excepciones y contraindicaciones a la aplicación del frío o el calor.
Ante la duda, lo correcto siempre es acudir a un profesional que nos indique que es lo correcto en cada caso.
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